Un mundo mejor se
construye también
gracias a ustedes,
que siempre desean
cambiar y ser
generosos.
“
los invita a “salir” para lanzarse hacia
un futuro no conocido pero promete-dor de seguras realizaciones, a cuyo
encuentro Él mismo los acompaña.
Los invito a escuchar la voz de Dios
que resuena en el corazón de cada
uno a través del soplo vital del Espíritu Santo.
Cuando Dios le dice a Abrahán
“Vete”, ¿qué quería decirle? Cierta-mente no le pedía huir los suyos o
del mundo. Su invitación fue una
fuerte provocación para que dejase
todo y se encaminase hacia una tierra nueva. Dicha tierra, ¿no es acaso
para ustedes aquella sociedad más
justa y fraterna que desean profundamente y que quieren construir hasta
las periferias del mundo?
Sin embargo, hoy, la expresión
“vete” asume un significado diverso:
el de la prevaricación, de la injusticia
y de la guerra. Muchos jóvenes entre
ustedes están sometidos al chantaje
de la violencia y se ven obligados
a huir de la tierra natal. El grito de
ellos sube a Dios, como el de Israel
esclavo de la opresión del Faraón.
Deseo también recordarles las
palabras que Jesús dijo un día a
los discípulos que le preguntaban:
“Rabbí … ¿dónde vives?” Él les
respondió: “Venid y lo veréis” (Jn.
1: 38). También a ustedes Jesús dirige
su mirada y los invita a ir hacia
Él. ¿Han encontrado esta mirada,
queridos jóvenes? ¿Han escuchado
esta voz? ¿Han sentido este impulso
a ponerse en camino? Estoy seguro
que, si bien el ruido y el aturdimien-
to parecen reinar en el mundo, esta
llamada continua a resonar en el
corazón da cada uno para abrirlo a la
alegría plena. Esto será posible en la
medida en que, a través del acompa-
ñamiento de guías expertos, sabrán
emprender un itinerario de discerni-
miento para descubrir el proyecto de
Dios en la propia vida. Incluso cuan-
do el camino se encuentre marcado
por la precariedad y la caída, Dios,
que es rico en misericordia, tenderá
su mano para levantarlos.
En Cracovia, durante la apertura
de la última Jornada Mundial de la
Juventud, les pregunté varias veces:
“Las cosas, ¿se pueden cambiar?” Y
ustedes exclamaron juntos a gran voz
¡sí!” Esa es una respuesta que nace de
un corazón joven que no soporta la
injusticia y no puede doblegarse a la
cultura del descarte, ni ceder ante la
globalización de la indiferencia. ¡Es-
cuchen ese grito que viene de lo más
íntimo! También cuando adviertan,
como el profeta Jeremías, la inexpe-
riencia propia de la joven edad, Dios
los estimula a ir donde Él los envía:
“No les tengas miedo, que contigo
estoy para salvarte” (Jer. 1: 8).
Un mundo mejor se construye
también gracias a ustedes, que siem-
pre desean cambiar y ser generosos.
No tengan miedo de escuchar al
Espíritu que les sugiere opciones
audaces, no pierdan tiempo cuando
la conciencia les pida arriesgar para
seguir al Maestro. También la Iglesia
desea ponerse a la escucha de la voz,
de la sensibilidad, de la fe de cada
uno; así como también de las dudas
y las críticas. Hagan sentir a todos
el grito de ustedes, déjenlo resonar
en las comunidades y háganlo llegar
a los pastores. San Benito recomen-
daba a los abades consultar también
a los jóvenes antes de cada decisión
importante, porque “muchas veces el
Señor revela al más joven lo que es
mejor.”
Así, también a través del camino
de este Sínodo, yo y mis hermanos
Obispos queremos contribuir cada
vez más a vuestro gozo ( 2 Cor. 1: 24).
Los proteja María de Nazaret, una
joven como ustedes a quien Dios ha
dirigido su mirada amorosa, para
que los tome de la mano y los guíe a
la alegría de un ¡heme aquí! pleno y
generoso (Lucas 1: 38).
Con paternal afecto,
Francisco