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atendiendo las necesidades de la
gente pobre en la frontera durante
décadas. Sin embargo, esa recomen-dación papal la situó en el mapa y
desde entonces se ha convertido en
una pequeña celebridad, obteniendo
numerosos premios y haciéndose
cargo de muchas solicitudes de los
medios para hablar sobre el aspecto
humano de la inmigración. Ella le
recuerda continuamente a la gente
la dignidad y los derechos inheren-tes de los migrantes con quienes ella
y su equipo desarrollan su ministerio.
Irónicamente, el propio com-
promiso de la Hermana Norma
comenzó, según dijo a la revista
Elle, porque quería salir a comer
pizza con unos amigos. Asistió a un
evento de oración parroquial—que
fue seguido por una reunión social
con pizza—y experimentó el amor
de Dios de manera profunda. Esa
experiencia de fe eventualmente la
condujo a la vida religiosa con las
Missionaries of Jesus (Misioneras de
Jesús) hace muchos años.
Usted es, en cierto modo, una
celebridad, Hermana Norma.
¿Cómo se siente con eso?
Se siente maravilloso. Pero al mismo tiempo, si me detengo a pensar
por qué estoy recibiendo toda esta
atención, no me siento cómoda,
porque tiene que ver con el sufrimiento y el dolor de tantas familias.
Pero la publicidad llama la atención
sobre estos problemas. Pone el
énfasis en que existe mucho dolor y
sufrimiento.
He recibido tanto reconocimiento. Todo ello me da una voz, que
implica grandes responsabilidades,
para decir qué es lo que todos debemos saber y hacer.
¿Cómo decidió entrar a la vida
religiosa?
¡Eso fue hace mucho tiempo! No
lo decidí yo misma, sino que Dios
decidió sacarme de la dirección en
que estaba encaminada. Yo tenía
toda la intención de seguir una carrera artística profesional. Hice un
paréntesis para pasar un tiempo en
mi casa para que mi papá aceptase
esta decisión. Mientras tanto, fui
a un grupo de oración—en parte
por la reunión social con pizza
después—y fue en ese grupo de oración que las cosas cambiaron para
mí. Por primera vez yo estaba sin-tiendo la presencia de Dios de una
manera muy especial, que me llamó
la atención. Y me llamó la atención
tan profundamente que mi vida
giró 180 grados, hacia involucrarme
más en conocer a Dios y servirlo
con una comunidad religiosa. Una
comunidad religiosa local me invitó