neciendo a todas las personas. Esodice mucho sobre la vocación paraser sacerdote, hermano o hermana.
Eligiendo un camino
En el pasado, cuando me encon-
traba en un momento decisivo de
mi vida, un sacerdote me dijo, “Si
quieres ser un sacerdote, ¿en dónde
vas a estudiar?” Yo ignoraba que
se pudiera elegir—pensaba que
todos iban al mismo lugar. Él dijo,
“Yo soy un misionero del Espíritu
Santo, ¿por qué no vienes a conocer
nuestro lugar?” Y me invitó a jugar
futbol con su comunidad (siempre
he disfrutado jugar futbol). En ese
entonces ni siquiera sabía que había
diferentes clases de sacerdotes—re-
ligiosos y diocesanos. Pero cuando
fui, me reuní con ellos, y cuando
posteriormente conocí a la comu-
nidad, decidí entrar al noviciado.
Lo que atrapó mi atención fue suforma de vida. Yo no tenía muchaidea sobre el significado de la vidareligiosa—simplemente me gustó lamanera en la que vivían, trabajabany oraban juntos. Eran un grupo felizy comprometido.
La oración como punto central
No me resulta difícil rezar. Todo el
entrenamiento y las experiencias
que he tenido me ayudan a rezar
hoy a pesar de un horario apretado.
Nunca me dijeron, “Tienes que rezar
tantas horas al día”. Desde temprana
edad conecté la fe con la acción. La
fe es asimilada a través de la acción.
Cuando la gente quiere que yo haga
otro taller o retiro para adultos
jóvenes que están considerando la
vida religiosa, a veces respondo que
eso por sí solo no va a funcionar.
¿Por qué no hacer que los adultos
jóvenes lleven ropa a una familia
que acabe de mudarse al vecindario
desde México? Si queremos conocer
el amor de Dios, debemos mostrar el
amor de Dios en acción.
Al mismo tiempo, si yo no ten-
“HA SIDO UNA vida
realmente feliz,” dice
García-Siller acerca
de su vida como
sacerdote y obispo.
Aquí comparte el
escenario con una
banda de mariachis
en una reunión de la
arquidiócesis.